Hoy comienza una nueva etapa y por esto mismo he decidido usar este espacio para contar un poco de como llegue hasta acá. El camino no ha sido fácil y el recorrido ha sido largo pero como todo en esta vida ha llevado un proceso que al ser honesto conlleva un aprendizaje que de ser digerido de la forma correcta trae consigo los frutos más puros y dulces que se pueden obtener en esta vida.
Primero comienzo con el arte. Desde muy pequeño fui criado en una cuna que valoró esta labor creativa. Vengo de 2 generaciones de artistas frustrados. Hace ya más de 70 años en Colombia mi abuelo a sus 17 años peleaba con su padre, un empresario prominente que tenía su propia historia y que en base a su realidad y contexto le negaba la oportunidad de dedicarse a la pintura. La pelea no era despreciable. El hijo quería salir de su país originario para buscar nuevos horizontes y continuar su camino en esta rama artística en Estados Unidos, su sueño era ir a San Francisco para sacar una carrera en este campo y poder dedicarse por completo a esta labor de la que sin duda obtenía una gran felicidad y a la cuál no quería renunciar. El padre como la gran mayoría de esta época y siendo él el mayor de los barones de la familia, quería que continuara sus pasos y se dedicara a los negocios de la familia que oscilaban entre la industria y la agricultura con varias fincas de café. Mi abuelo no claudicó y en su inmadurez decidió resolver el problema escapando con un circo rodante que lo llevaría hasta Centro América donde conocería a mi abuela con quienes años después se asentarían en la Ciudad de Guatemala para formar su núcleo familiar habiendo renunciado a su herencia en su país natal. Este acto lo llevó a tener una vida muy dura y limitada económicamente, donde en los siguientes años hasta su muerte lo llevarían a ser un pintor de rótulos comerciales. Conocí muy poco a mi abuelo, no hablaba mucho, era difícil sacar palabras de él pero siempre noté una frustración muy profunda en su mirada. Las conversaciones más largas que tuvimos fueron a mis 9 años en sus últimos meses de vida donde me heredaría su colección de sellos que preciaba como su mayor tesoro. Con mi padre fue distinto, aunque no puedo asegurarlo intuyo que él se dio cuenta que dado que su realidad económica era mucho más compleja que la de su papá, él necesitaba encontrar una vía que le permitiera tener una estabilidad económica para construir sus sueños. De pequeño quiso ser baletista, algo que muy poca gente sabrá, se rozó y dialogó con los mejores artistas de su época, Recinos, Amaya, Cabrera, Tun y Díaz entre otros. Estudió arquitectura en la Universidad San Carlos, pero su vida escolar no duraría mucho ya que la necesidad y su determinación lo llevarían a desarrollar sus objetivos económicos a través del negocio de combustibles. No dudo que para él fue muy duro haber renunciado a su carrera y aunque nunca me lo dijo soy consciente que yo probablemente tuve un rol importante en esa renuncia sabiendo que quería darme lo mejor y que fue a través de este camino que el vio la salida más coherente para lograrlo. Y así llegamos a mí persona. Fui un joven privilegiado. Estudié en los mejores colegios de Guatemala, viajé en distintas ocasiones a Estados Unidos y Europa y nunca me faltó comida en mi mesa. No todo fue tan sencillo, pero otro día hablaremos de eso. La realidad es que por mucho tiempo yo tenía una vida trazada. Iba a ser empresario y continuar los pasos de mi padre quien hace mucho tiempo comenzaría a construir probablemente el proyecto más ambicioso de Guatemala y Centro América. Un sueño que como el de mi abuelo con el tiempo traería mucho dolor y tragedia a mi familia. Sin embargo en esa vía hubo algo que se coló, una conciencia muy profunda y distinta de la que veía en la mayoría de mis amigos. Diría que fue producto del destino, quien sabe. Lo cierto es que recuerdo con mucha nostalgia asistir a distintas exposiciones, presentaciones culturales, conciertos y convivencias increíbles como las pláticas que sostenía a mi corta edad con Tasso Hadjidodou sobre el arte en la ahora extinta cafetería Los Alpes donde viví momentos preciosos que nunca olvidaré. En todo este tiempo estudié Ingeniera Industrial, laboré para varias de las mejores empresas del país y diría del mundo, saqué una maestría en Barcelona y tendría un sin fin de experiencias empresariales que formaron una gran parte de mi carácter. En todo este tiempo sin embargo hubo una constante: desde que salí del colegio comencé a tocar como Dj. La música ya había sido un gran amor mío desde la niñez gracias a las enseñanzas de mi abuela materna quien a mis apenas 3 años me ponía a escuchar a Mozart y a Chopin entre otros mientras me hacía dibujar violines y guitarras para tratar de enseñarme la riqueza del sonido que podían emitir los distintos tipos de instrumentos. Pasé por la guitarra en mi adolescencia, pero no fue hasta que comencé a ir a raves en espacios ocultos y clandestinos al salir del colegio que le encontré la profundidad que estaba buscando a estas melodías. Nunca olvidaré mis primeras andanzas en fiestas en la finca Eureka o el Rave del Castillo. Una época que marcó mi vida y me inspiró hasta lo más profundo sobre el sentido de libertad y comunidad que nunca había visto en mi vida. Un tipo de utopía que creía no existía pero que cada vez que llegaba a la pista miraba al bailar junto a mí a personas de distintas edades, contextos sociales y económicos, razas, nacionalidades y orientaciones sexuales. La experiencia fue tan profunda que nunca pude dejarla. En los años siguientes mientras estudiaba, trabajaba y posteriormente también comenzaría mi vida como esposo siempre me acompañaría la música electrónica al fundar promotoras, disqueras, escuelas y más recientemente festivales. En todo este tiempo lo que me movía era realmente poder crear espacios dignos para tocar mi música y poder crearla de la mejor manera. Algo que miraba casi inexistente a mi alrededor en un contexto que más bien castiga esta manifestación humana y la denigra como algo malo. Un lugar que no provee un espacio fértil de lugares y ecosistemas que le permitan a uno crecer en su arte. Con el tiempo esto me llegaría a consumir no sólo para yo poder hacerlo sino para que los que los demás pudieran tener una oportunidad de algo mejor a lo que yo conocí. Esto me alejaría de mi creación artística y me enfocaría en la gestión. No fue hasta la pandemia donde todo esto se vio varado que decidí retomar el camino por donde había comenzado al terminar mi primer álbum. Esta experiencia sacudiría todas las fibras en mi cuerpo y nada volvería a ser igual, imagino sentir esa fuerza inexplicable dentro como la que sintió mi abuelo al irse de su casa para no parar de hacer arte. Poco a poco fui elaborando y esculpiendo este camino en mi alma y vida y hoy por primera vez puedo decir que soy artista con un gran orgullo y alegría de poder comenzar a dedicarme a lo que mis previas generaciones no pudieron saborear o que lo hicieron de forma muy limitada.
Como segunda palabra viene migrante. Una realidad que hoy en día se ha satanizado y que pareciera ser algo malo. Me pregunto si la mayoría de gente sabrá que este ha sido nuestro estado natural como humanos a través de la gran mayoría de nuestra historia. Ya sea por contextos naturales, políticos, económicos o sociales nuestra búsqueda de una mejor vida nos ha llevado a migrar. Hoy vemos como a través del mundo y liderado por Estados Unidos se trata de controlar una situación creada en gran parte por ellos mismos. Queremos como siempre la solución fácil y somos tan corto plasistas que pensamos que es mejor solventar las cosas a través del miedo a esta movilidad de espacio. Después de tantos milenios debiéramos ya de haber tomado conciencia que la migración no parará nunca y que más bien para estabilizarla se deben crear políticas que la abracen de una manera digna y congruente. Hoy comienzo una nueva vida en España, país que hoy abre las puertas a varios de nosotros para iniciar un nuevo camino con mejores oportunidades de las que tenemos en nuestras tierras originarias. La gente no migra por coincidencia o por falta de responsabilidad o falta de amor a su patria. Dudo que el 99% de las personas que lo hacen en su corazón no quisieran poder continuar su vida al lado de sus seres queridos con sus costumbres y paisajes pero tristemente en la mayoría del continente Americano la gran mayoría de la gente casi se ve obligada a tener que salir de su país natal por la falta de servicios básicos como la salud y la seguridad que le permitan a una persona tener el mínimo para poder siquiera vivir la vida. Claro que siendo honesto este no es mi caso, hay otros que vemos como nuestro entorno se cierra en los campos que tanto apreciamos y nuestra ansia de crecimiento nos lleva a espacios donde nuestras alas puedan abrirse en todo su esplendor para seguir volando. Agradezco mucho poder estar aquí, creo que hice todo lo que pude en mi país por cambiar la realidad del arte, sin embargo después de 20 años de construir cultura y tratar de desarrollarme como artista en su gran mayoría solo ví tragedias e injusticias a mi alrededor. No creo que pudiera contar con los dedos de las manos la gente que realmente logró traspasar esa barrera y tener una vida plena a través del arte. Ví quizá a los mejores artistas extinguirse o varios más relegarse a espacios cercados por el estado, marcas privadas o beneficencia limitando su potencial creativo casi al mínimo y con la única satisfacción de poder continuar creando en el día a día aunque fuese solo para ellos mismos. No migro porque no crea que Guatemala no vale la pena. Migro porque creo que vale la pena luchar por mis sueños y creo que al igual que varios países del mundo la gente que hoy nos lidera ha construido un reinado de escasez y pobreza mental, espiritual y económica que no me permite desarrollar mi máximo potencial como ser humano y del que creo todos tenemos derecho de construir si trabajamos por él. Migro porque no quiero morir frustrado como mi abuelo o como mi padre de lo dura que puede ser la vida, porque quiero creer que vale la pena vivirla, que la felicidad por muy imperfecta y dura de construir que sea, es posible. Migro porque creo en mi arte y el potencial que tiene para abrir una nueva conciencia en nosotros. Migro porque quiero que los que me sigan puedan tener mejores oportunidades.
Así, comienza esta historia donde a través de este espacio estaré compartiendo muchas reflexiones de vida que han estado ocultas en mi interior por mucho tiempo. Los invito a conocerme en este camino en donde vengo a tomar el lugar que me corresponde en la historia.
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